Saturday 8 August 2015

7 Empieza la jihad



Tras conseguir el control efectivo de las tribus de Medina, Mahoma centró de nuevo su atención en los Quraish de La Meca. Las caravanas que llevaban suministros a La Meca desde el norte, pasaban cerca de Medina y Mahoma empezó a enviar grupos de asalto para que las atacasen. Normalmente, estas caravanas estaban bien protegidas y los primeros siete intentos no tuvieron éxito. Todas las tribus de Arabia tenían un acuerdo en esa época que establecía que quedaba prohibido cualquier tipo de ataque durante los cuatro meses santos. Seguramente esto era así para facilitar el comercio del que dependía el sustento de los árabes. Durante estos meses, se trasladaban artículos grandes y costosos sin necesidad de custodiar las caravanas con caros guardas armados. Esto beneficiaba a todas las partes y, por ese motivo, todos cumplían con lo acordado sin excepción. El último día de uno de estos meses, uno de los grupos de saqueadores de Mahoma se cruzó con una caravana de La Meca. Habrían podido atacarla si hubieran esperado un día pero, por desgracia, si hacían eso, la caravana ya habría entrado en las fronteras de la ciudad. La lucha estaba prohibida en todo momento dentro de ese territorio, dado que La Meca era una ciudad sagrada. Se enfrentaban a un dilema, ¿qué debían hacer? Al final decidieron atacar la caravana.
Para los lectores escépticos (el escepticismo es algo bueno), voy a incluir una cita, con permiso de Bill Warner del Centre for the Study of Political Islam: es un extracto del libro Mohammed and the Unbelievers. He incluido las páginas relevantes de La Sira, traducidas al castellano usando la traducción al inglés del original que aparece publicada en The Life of Muhammad del profesor A Guillaume. Si se comparan los dos textos, se ve que Mohammed and the Unbelievers es más claro y fácil de leer y que, además, no elimina nada ni altera la verdad de forma alguna. Por este motivo, la mayor parte de las citas que incluiré a partir de ahora provendrán de esta fuente.

Extracto de La Sira:
I425 Los musulmanes se reunieron a meditar. Se enfrentaban a un dilema; si atacaban la caravana, matarían en un mes sagrado. Por fortuna, el mes sagrado terminaba ese día y al siguiente matar ya no estaría prohibido. Pero había otro problema: al anochecer, la caravana llegaría a la zona santa de La Meca. Estaba prohibido matar en esta área sagrada. Dudaron y debatieron sobre lo que debían hacer. Decidieron matar a tantos como fuera posible y llevarse los bienes antes de que terminase el día.
I425 El islam fue el primero en derramar sangre en el conflicto con los Quraish de La Meca. Atacaron a hombres desarmados. Amr, fue el primer hombre asesinado por la yihad, con una flecha. Un hombre escapó y otros dos fueron capturados. Los musulmanes se llevaron los camellos de sus enemigos, junto con los bienes que transportaban y regresaron a Medina y a Mahoma. Durante el viaje de vuelta, comentaron que Mahoma recibiría una quinta parte del botín robado.
I425 Cuando regresaron, Mahoma dijo que no había ordenado un ataque en el mes santo. Retuvo la caravana y a los dos prisioneros y se negó a hacer nada con ellos o con los bienes. Los prisioneros dijeron: «Mahoma ha violado el mes sagrado, ha derramado sangre, robado bienes y tomado prisioneros». Pero el Corán dijo:

2:217 Cuando pregunten sobre luchar en el mes sagrado, di: Atacar entonces es una ofensa grave pero no peor que negar a otros el camino que lleva a Él, o no creer en Él o expulsar a Sus seguidores de la Mezquita Sagrada. La idolatría es un pecado peor que el asesinato. No cesará su lucha hasta que no abandones tu religión. Pero los actos de cualquiera que renuncie a su fe y muera como kafir no valdrán de nada en este mundo ni el siguiente. Serán prisioneros del fuego, donde vivirán para siempre.

I426 Según Mahoma, no aceptar la doctrina del islam y persuadir a los musulmanes de que dejasen su fe era peor que matar. Antes del islam, el imperio de la justicia en Arabia suponía que se debía pagar una muerte con otra, pero ahora, resistir al islam era peor que asesinar. Era posible matar a aquellos que no estaban de acuerdo con el islam y se negaban a aceptarlo y su asesinato sería un acto sagrado. Así se santificó el asesinato y el robo. El botín se distribuiría y se pediría el pago del rescate por los prisioneros. Ahora los hombres que habían cometido los asesinatos y el robo solo tenían que preocuparse por recibir su parte del botín. De nuevo el Corán dijo:

2:218 Aquellos que creen y aquellos que han huido de sus países y luchado por la causa de Alá [yihad] pueden esperar Su indulgencia; Alá perdona y es clemente.

I426 Como musulmanes que se habían exiliado y que habían luchado, contaban con la bendición de Alá. Recibieron el botín de la guerra y Mahoma se quedó con el veinte por ciento.

Extracto del Hadiz Sahih Bukhari:
B4, 53,351 El apóstol de Alá dijo: «He hecho legal el botín de guerra».

Un poema de guerra extraído de La Sira:
Vosotros [Quraish] consideráis la guerra en el mes sagrado un asunto grave,
Más grave es vuestra oposición a Mahoma y vuestra falta de creencia. Aunque nos
Insultéis por matar a Amr, nuestras lanzas se bebieron su sangre.
Hemos encendido la llama de la guerra.
 —Abu Bakr (la mano derecha de Mahoma)

La yihad, el nuevo tipo de guerra
Antes de irse a Medina, Mahoma nunca había recurrido a la violencia. En el momento que contó con medios, empezó a atacar a los habitantes de La Meca por haber desdeñado la llamada del islam.
A primera vista, este no había sido nada más que el ataque de un líder tribal; (Mahoma) quería robar los bienes de sus rivales. Pero, en realidad, fue el inicio de una guerra sin fin que Mahoma y sus seguidores mantendrían contra sus enemigos (los kuffar).
A medida que avanzó el conflicto, Mahoma desarrolló una estrategia para un sistema de guerra completamente nuevo, al que llamo yihad. Los occidentales traducen la palabra yihad como «guerra santa», pero en realidad es algo más que eso. Si bien Mahoma era un estratega militar muy hábil, la yihad apenas tiene nada que ver con tácticas militares. Si no fuera así, la yihad habría quedado obsoleta en cuanto se hubiera enfrentado a tecnologías militares más modernas y efectivas: las ballestas o las armas de fuego.
La guerra, como todo tipo de coacción violenta, tiene un aspecto psicológico, que es más relevante, desde muchos puntos de vista, que la propia violencia. Mahoma poseía el don de comprender esta psicología y el talento para incorporarla en la estrategia de la yihad. Debido a esto, la yihad es eficaz tanto si luchas con arcos y flechas, como si lo haces con cohetes teledirigidos. Según vaya narrándose la historia, veremos cómo se desarrolló y aplicó esta estrategia. Voy a empezar a enumerar algunos puntos según vayan apareciendo:

Reglas de la yihad:
1)      La yihad cuenta con la aprobación de Alá. Es la máxima autoridad; siempre está justificada.
2)      Nunca debes tolerar ninguna norma o limitación, el fin justifica cualquier medio, independientemente de lo impactante que sea. La yihad puede ser cualquier tipo de acción que permita al islam avanzar o que debilite a los kuffar, ya sea un grupo o un individuo. Incluso donar dinero para financiar la yihad de otros es un tipo de yihad.
3)      Siempre hay que hacerse la víctima. Mahoma distorsionó su situación. Aunque había sido él el que atacó a personas inocentes sin provocación previa, les acusó a ellos porque habían impedido que otros se convirtieran en musulmanes y además habían venerado ídolos. Por lo tanto, el ataque era su culpa y los musulmanes eran las víctimas, no los kuffar.
4)      Repetir esto una y otra vez y la gente acabará por creérselo. Si eres capaz de convencer a la víctima para que acepte la culpa, ya has ganado, porque la represalia necesita una cierta injusticia. Si la víctima acepta la culpa, empezará a odiarse.

La Biblia narra actos de guerra emprendidos por los judíos contra sus enemigos que cuentan con la aprobación de su dios. Esta autorización solo se daba a batallas y circunstancias específicas en la historia. No era parte de una estrategia en curso para dominar el mundo. El dios de la Biblia no aprobaba la violencia sin descanso o la provocación contra los no creyentes.



Traducción al castellano de la traducción al inglés por parte del profesor Guillaume del texto original en árabe (La Sira):

EXPEDICIÓN DE ABDULLAH BIN JAHSH Y EL INICIO DE «ELLOS TE PREGUNTARÁN POR EL MES SAGRADO»
El apóstol envió a Abdullah bin Jahsh b. Ri’ab al-Asadi a Rijab cuando regresó del primer Badr. Le envió con ocho emigrantes [musulmanes de La Meca que huyeron a Medina con Mahoma] y sin ningún ansari [los musulmanes de Medina que recibieron a Mahoma para que viviera con ellos cuando emigró de La Meca]. Le escribió una carta y le ordenó que no la leyese hasta que no hubieran transcurrido dos días de viaje; debía hacer lo que se le decía pero no tenía que presionar a sus acompañantes. Los nombres de los ocho emigrantes eran: Abu Hudhayfa, Abdullah bin Jabsh, Ukkasha bin Mibsan, Utba bin Ghazwan, Sa’d bin Abu Waqqas, Amir bin Rabi’a, Waqid bin Abdullah y Khalid bin al-bukayr. Cuando Abdullah ya llevaba dos días de viaje, abrió la carta y la leyó. Esto era lo que ponía: «Una vez leas esta carta, continúa hasta que llegues a Nakhla, entre La Meca y Al-Ta’if. Espera ahí a los Quraish y averigua qué hacen». Tras leer la carta, dijo: «Oír es obedecer». Luego informó a sus compañeros: «El apóstol me ha ordenado que vaya a Nakhla y que espere a los Quraish para poder llevarle información. Me ha prohibido que os presione, así que si alguien anhela el martirio, puede avanzar, si alguien no lo desea, puede dar la vuelta; por mi parte, voy a hacer lo que ha ordenado el profeta». Así siguió, junto con todos sus acompañantes, pues ninguno dio la vuelta. Viajó por la zona del Hijaz hasta llegar a una mina llamada Babran, situada más arriba de al-Furu. Entonces, Sa’d y Utba perdieron el camello que montaban por turnos, por lo que tuvieron que quedarse a buscarlo, mientras Abdullah y el resto seguían rumbo a Nakhla. Muy cerca del grupo pasó una caravana de Quraish que llevaba pasas, cuero y otras mercancías. Con la caravana viajaban Amr bin al-Hadrami (349), Uthman bin Abdullah bin Mughira y su hermano Naufal el Makhzumita y al-Hakam bin Kaysan, esclavo liberado de Hisham bin al- Mughira. Cuando la caravana les vio se asustaron, porque habían acampado muy cerca. Ukkasha, que se había afeitado la cabeza, les miró despectivamente y los otros le vieron, se sintieron a salvo y dijeron: «Son peregrinos, no tenemos nada que temer». Luego se animaron unos a otros y decidieron matar tantos como pudieran y llevarse lo que tuvieran. Waqid disparó una flecha a Amr bin al-Hadrami y le mató, Uthman y Al-Hakam se rindieron. Naufal logró escapar. Abdullah y sus compañeros se llevaron la caravana y a los dos prisioneros y volvieron a Medina. Un miembro de la familia de Abdullah mencionó que le dijo a los que le acompañaban: «Una quinta parte de los bienes es para el apóstol» (esto fue antes de que Dios le asignase una quinta parte del botín). Así que separaron una quinta parte de la caravana para el apóstol y dividieron el resto. Cuando llegaron ante el apóstol, él dijo: «No ordené un ataque en el mes sagrado» y no decidió en firme qué hacer con los dos prisioneros y la caravana, negándose a aceptar nada. Dicho esto, los hombres desesperaron, convencidos de su error. Sus hermanos musulmanes les reprocharon lo que habían hecho y los Quraish aseguraron que: «Mahoma y sus acompañantes habían violado el mes sagrado, derramando sangre, robando el botín y capturando prisioneros». Los musulmanes de La Meca que se oponían a ellos dijeron que lo habían hecho en Shaban. Los judíos vieron este ataque como un presagio contra el apóstol. «El nombre de Amr g al- Hadrami, que había sido asesinado por Waqid, significaba “amarate’l-harb” (ha nacido la guerra), al- Hadrami significaba “hadrati’l-harb” (la guerra está presente) y Waqid significaba “wugadati’l-harb” (se ha encendido la llama de la guerra)». Pero Dios hizo que esto se volviera en su contra. En pleno debate, Dios habló con su apóstol: Te preguntarán por la guerra en el mes sagrado. Di que la guerra en ese mes es un asunto grave, pero alejar a la gente del camino a Dios y no creer en él y en la mezquita sagrada, expulsar a su gente es mucho más grave para Dios. Es decir, si tú has matado en el mes sagrado, ellos te han alejado del camino de Dios con su falta de fe y te han impedido ir a la mezquita, expulsándote de ella cuando eras parte de su pueblo. Esto es más grave a ojos de Dios que los asesinatos cometidos. La seducción es peor que matar; ellos seducían a los musulmanes hacia su religión hasta que les llevaron a la falta de fe después de haber sido creyentes, esto es mucho peor para Dios que matar. Además, ellos no cesarán en su lucha hasta que reniegues de tu religión. Es decir, sus actos son más despreciables y encima los cometen con porfía. Cuando el Corán trató esto, Dios alivió la ansiedad que sentían los musulmanes por este tema y el apóstol tomó posesión de la caravana y los prisioneros. Los Quraish enviaron emisarios para rescatar a Uthman y a al-Hakam y el apóstol dijo: «No les liberaremos hasta que no regresen nuestros compañeros, Sa’d y Utba, pues tememos por su vida. Si les matáis, mataremos a vuestros dos amigos». Así pues, cuando Sa’d y Utba regresaron, el apóstol permitió el rescate de los prisioneros. Por su parte, al-Hakam se convirtió en un buen musulmán y permaneció con el apóstol hasta su muerte como mártir en Bi’rMa’una. Uthman volvió a La Meca y murió allí como un no creyente. Cuando Abdullah y sus compañeros se recuperaron de la ansiedad gracias a las palabras del Corán, se interesaron por la recompensa y preguntaron: «¿Podemos esperar que este ataque cuente como un saqueo del que recibiremos la recompensa propia de los combatientes?». Así respondió Dios: «Aquellos que creen y que han emigrado y luchado de acuerdo con las enseñanzas de Dios, pueden esperar su misericordia, puesto que Dios es compasivo y clemente». De este modo, Dios les concedió la mayor de las esperanzas. Esta tradición proviene de al-Zuhri y Yazid bin Ruman de Urwa b al-Zubayr. Uno de los miembros de la familia de Abdullah mencionó que Dios dividió el botín cuando concedió su permiso y le dio cuatro quintas partes a aquellos que habían recibido el permiso y una quinta parte se reservó para Dios y su apóstol. Así se sentaron las bases de lo que había hecho Abdullah con el botín de la caravana.
Cuando los Quraish lanzaron la acusación de que: «Mahoma y sus acompañantes habían violado el mes sagrado, derramando sangre, robando el botín y capturando prisioneros», Abu Bakr dijo sobre el saqueo de Abdullah (si bien otros afirman que fue Abdullah el que lo dijo):
Te parece grave atacar en el mes sagrado, pero más grave es, si lo juzgas de forma correcta, tu
oposición a las enseñanzas de Mahoma y tu falta de fe en las mismas, que Dios ve y conoce. Alejas al pueblo de Dios de su mezquita para que nadie pueda venerarle ahí. Aunque nos insultas por matar, más peligroso es para el islam el pecador que siente envidia. Nuestras lanzas bebieron la sangre de Ibn al-Hadrami. En Nakhla cuando Waqid encendió la llama de la guerra, Uthhman Ibn Abdullah estaba con nosotros, le sujetaba una mano con un guante de cuero del que caía sangre.

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