Tras conseguir el control efectivo
de las tribus de Medina, Mahoma centró de nuevo su atención en los Quraish de
La Meca. Las caravanas que llevaban suministros a La Meca desde el norte,
pasaban cerca de Medina y Mahoma empezó a enviar grupos de asalto para que las
atacasen. Normalmente, estas caravanas estaban bien protegidas y los primeros
siete intentos no tuvieron éxito. Todas las tribus de Arabia tenían un acuerdo
en esa época que establecía que quedaba prohibido cualquier tipo de ataque
durante los cuatro meses santos. Seguramente esto era así para facilitar el
comercio del que dependía el sustento de los árabes. Durante estos meses, se
trasladaban artículos grandes y costosos sin necesidad de custodiar las
caravanas con caros guardas armados. Esto beneficiaba a todas las partes y, por
ese motivo, todos cumplían con lo acordado sin excepción. El último día de uno
de estos meses, uno de los grupos de saqueadores de Mahoma se cruzó con una
caravana de La Meca. Habrían podido atacarla si hubieran esperado un día pero,
por desgracia, si hacían eso, la caravana ya habría entrado en las fronteras de
la ciudad. La lucha estaba prohibida en todo momento dentro de ese territorio,
dado que La Meca era una ciudad sagrada. Se enfrentaban a un dilema, ¿qué
debían hacer? Al final decidieron atacar la caravana.
Para los lectores escépticos (el
escepticismo es algo bueno), voy a incluir una cita, con permiso de Bill Warner del Centre for the Study of
Political Islam: es un extracto del libro Mohammed
and the Unbelievers. He incluido las páginas relevantes de La Sira, traducidas al castellano usando
la traducción al inglés del original que aparece publicada en The Life of Muhammad del profesor A
Guillaume. Si se comparan los dos textos, se ve que Mohammed and the Unbelievers es más claro y fácil de leer y que,
además, no elimina nada ni altera la verdad de forma alguna. Por este motivo,
la mayor parte de las citas que incluiré a partir de ahora provendrán de esta
fuente.
Extracto de La Sira:
I425 Los musulmanes se reunieron a
meditar. Se enfrentaban a un dilema; si atacaban la caravana, matarían en un
mes sagrado. Por fortuna, el mes sagrado terminaba ese día y al siguiente matar
ya no estaría prohibido. Pero había otro problema: al anochecer, la caravana
llegaría a la zona santa de La Meca. Estaba prohibido matar en esta área
sagrada. Dudaron y debatieron sobre lo que debían hacer. Decidieron matar a
tantos como fuera posible y llevarse los bienes antes de que terminase el día.
I425 El
islam fue el primero en derramar sangre en el conflicto con los Quraish de La
Meca. Atacaron a hombres desarmados. Amr, fue el primer hombre asesinado por la
yihad, con una flecha. Un hombre escapó y otros dos fueron capturados. Los
musulmanes se llevaron los camellos de sus enemigos, junto con los bienes que
transportaban y regresaron a Medina y a Mahoma. Durante el viaje de vuelta,
comentaron que Mahoma recibiría una quinta parte del botín robado.
I425 Cuando
regresaron, Mahoma dijo que no había ordenado un ataque en el mes santo. Retuvo
la caravana y a los dos prisioneros y se negó a hacer nada con ellos o con los
bienes. Los prisioneros dijeron: «Mahoma ha violado el mes sagrado, ha
derramado sangre, robado bienes y tomado prisioneros». Pero el Corán dijo:
2:217 Cuando pregunten sobre luchar en el mes
sagrado, di: Atacar entonces es una ofensa grave pero no peor que negar a otros
el camino que lleva a Él, o no creer en Él o expulsar a Sus seguidores de la Mezquita Sagrada. La idolatría es un pecado peor
que el asesinato. No cesará su lucha hasta que no abandones tu religión. Pero
los actos de cualquiera que renuncie a su fe y muera como kafir no valdrán de
nada en este mundo ni el siguiente. Serán prisioneros del fuego, donde vivirán
para siempre.
I426 Según
Mahoma, no aceptar la doctrina del islam y persuadir a los musulmanes de que
dejasen su fe era peor que matar. Antes del islam, el imperio de la justicia en
Arabia suponía que se debía pagar una muerte con otra, pero ahora, resistir al
islam era peor que asesinar. Era posible matar a aquellos que no estaban de
acuerdo con el islam y se negaban a aceptarlo y su asesinato sería un acto
sagrado. Así se santificó el asesinato y el robo. El botín se distribuiría y se
pediría el pago del rescate por los prisioneros. Ahora los hombres que habían
cometido los asesinatos y el robo solo tenían que preocuparse por recibir su
parte del botín. De nuevo el Corán
dijo:
2:218 Aquellos que creen y aquellos que han
huido de sus países y luchado por la causa de Alá [yihad] pueden esperar Su indulgencia; Alá perdona y es clemente.
I426 Como
musulmanes que se habían exiliado y que habían luchado, contaban con la bendición
de Alá. Recibieron el botín de la guerra y Mahoma se quedó con el veinte por
ciento.
Extracto del Hadiz Sahih Bukhari:
B4, 53,351 El apóstol de Alá dijo:
«He hecho legal el botín de guerra».
Un poema de guerra extraído de La Sira:
Vosotros [Quraish] consideráis la
guerra en el mes sagrado un asunto grave,
Más grave es vuestra oposición a
Mahoma y vuestra falta de creencia. Aunque nos
Insultéis por matar a Amr, nuestras
lanzas se bebieron su sangre.
Hemos encendido la llama de la
guerra.
—Abu Bakr (la mano derecha de Mahoma)
La yihad, el nuevo tipo de guerra
Antes de irse a Medina, Mahoma nunca
había recurrido a la violencia. En el momento que contó con medios, empezó a
atacar a los habitantes de La Meca por haber desdeñado la llamada del islam.
A primera vista, este no había sido
nada más que el ataque de un líder tribal; (Mahoma) quería robar los bienes de
sus rivales. Pero, en realidad, fue el inicio de una guerra sin fin que Mahoma
y sus seguidores mantendrían contra sus enemigos (los kuffar).
A medida
que avanzó el conflicto, Mahoma desarrolló una estrategia para un sistema de
guerra completamente nuevo, al que llamo yihad. Los occidentales traducen la
palabra yihad como «guerra santa», pero en realidad es algo más que eso. Si
bien Mahoma era un estratega militar muy hábil, la yihad apenas tiene nada que
ver con tácticas militares. Si no fuera así, la yihad habría quedado obsoleta
en cuanto se hubiera enfrentado a tecnologías militares más modernas y
efectivas: las ballestas o las armas de fuego.
La guerra,
como todo tipo de coacción violenta, tiene un aspecto psicológico, que es más
relevante, desde muchos puntos de vista, que la propia violencia. Mahoma poseía
el don de comprender esta psicología y el talento para incorporarla en la
estrategia de la yihad. Debido a esto, la yihad es eficaz tanto si luchas con
arcos y flechas, como si lo haces con cohetes teledirigidos. Según vaya
narrándose la historia, veremos cómo se desarrolló y aplicó esta estrategia.
Voy a empezar a enumerar algunos puntos según vayan apareciendo:
Reglas
de la yihad:
1) La yihad cuenta con la aprobación de
Alá. Es la máxima autoridad; siempre está justificada.
2) Nunca debes tolerar ninguna norma o
limitación, el fin justifica cualquier medio, independientemente de lo
impactante que sea. La yihad puede ser cualquier tipo de acción que permita al
islam avanzar o que debilite a los kuffar, ya sea un grupo o un individuo.
Incluso donar dinero para financiar la yihad de otros es un tipo de yihad.
3) Siempre hay que hacerse la víctima.
Mahoma distorsionó su situación. Aunque había sido él el que atacó a personas
inocentes sin provocación previa, les acusó a ellos porque habían impedido que
otros se convirtieran en musulmanes y además habían venerado ídolos. Por lo
tanto, el ataque era su culpa y los musulmanes eran las víctimas, no los
kuffar.
4)
Repetir
esto una y otra vez y la gente acabará por creérselo. Si eres capaz de
convencer a la víctima para que acepte la culpa, ya has ganado, porque la
represalia necesita una cierta injusticia. Si la
víctima acepta la culpa, empezará a odiarse.
La Biblia narra actos de guerra emprendidos por los
judíos contra sus enemigos que cuentan con la aprobación de su dios. Esta
autorización solo se daba a batallas y circunstancias específicas en la
historia. No era parte de una estrategia en curso para dominar el mundo. El
dios de la Biblia no aprobaba la
violencia sin descanso o la provocación contra los no creyentes.
Traducción al castellano de la traducción al inglés por parte del
profesor Guillaume del texto original en árabe (La Sira):
EXPEDICIÓN DE ABDULLAH BIN JAHSH Y EL INICIO DE
«ELLOS TE PREGUNTARÁN POR EL MES SAGRADO»
El apóstol envió a Abdullah bin Jahsh b. Ri’ab al-Asadi a Rijab cuando
regresó del primer Badr. Le envió con ocho emigrantes [musulmanes de La Meca
que huyeron a Medina con Mahoma] y sin ningún ansari [los musulmanes de Medina
que recibieron a Mahoma para que viviera con ellos cuando emigró de La Meca].
Le escribió una carta y le ordenó que no la leyese hasta que no hubieran
transcurrido dos días de viaje; debía hacer lo que se le decía pero no tenía
que presionar a sus acompañantes. Los nombres de los ocho emigrantes eran: Abu
Hudhayfa, Abdullah bin Jabsh, Ukkasha bin Mibsan, Utba bin Ghazwan, Sa’d bin
Abu Waqqas, Amir bin Rabi’a, Waqid bin Abdullah y Khalid bin al-bukayr. Cuando
Abdullah ya llevaba dos días de viaje, abrió la carta y la leyó. Esto era lo
que ponía: «Una vez leas esta carta, continúa hasta que llegues a Nakhla, entre
La Meca y Al-Ta’if. Espera ahí a los Quraish y averigua qué hacen». Tras leer
la carta, dijo: «Oír es obedecer». Luego informó a sus compañeros: «El apóstol
me ha ordenado que vaya a Nakhla y que espere a los Quraish para poder llevarle
información. Me ha prohibido que os presione, así que si alguien anhela el
martirio, puede avanzar, si alguien no lo desea, puede dar la vuelta; por mi
parte, voy a hacer lo que ha ordenado el profeta». Así siguió, junto con todos
sus acompañantes, pues ninguno dio la vuelta. Viajó por la zona del Hijaz hasta
llegar a una mina llamada Babran, situada más arriba de al-Furu. Entonces, Sa’d
y Utba perdieron el camello que montaban por turnos, por lo que tuvieron que
quedarse a buscarlo, mientras Abdullah y el resto seguían rumbo a Nakhla. Muy
cerca del grupo pasó una caravana de Quraish que llevaba pasas, cuero y otras
mercancías. Con la caravana viajaban Amr bin al-Hadrami (349), Uthman bin
Abdullah bin Mughira y su hermano Naufal el Makhzumita y al-Hakam bin Kaysan,
esclavo liberado de Hisham bin al- Mughira. Cuando la caravana les vio se
asustaron, porque habían acampado muy cerca. Ukkasha, que se había afeitado la
cabeza, les miró despectivamente y los otros le vieron, se sintieron a salvo y
dijeron: «Son peregrinos, no tenemos nada que temer». Luego se animaron unos a
otros y decidieron matar tantos como pudieran y llevarse lo que tuvieran. Waqid
disparó una flecha a Amr bin al-Hadrami y le mató, Uthman y Al-Hakam se
rindieron. Naufal logró escapar. Abdullah y sus compañeros se llevaron la
caravana y a los dos prisioneros y volvieron a Medina. Un miembro de la familia
de Abdullah mencionó que le dijo a los que le acompañaban: «Una quinta parte de
los bienes es para el apóstol» (esto fue antes de que Dios le asignase una
quinta parte del botín). Así que separaron una quinta parte de la caravana para
el apóstol y dividieron el resto. Cuando llegaron ante el apóstol, él dijo: «No
ordené un ataque en el mes sagrado» y no decidió en firme qué hacer con los dos
prisioneros y la caravana, negándose a aceptar nada. Dicho esto, los hombres
desesperaron, convencidos de su error. Sus hermanos musulmanes les reprocharon
lo que habían hecho y los Quraish aseguraron que: «Mahoma y sus acompañantes
habían violado el mes sagrado, derramando sangre, robando el botín y capturando
prisioneros». Los musulmanes de La Meca que se oponían a ellos dijeron que lo
habían hecho en Shaban. Los judíos vieron este ataque como un presagio contra
el apóstol. «El nombre de Amr g al- Hadrami, que había sido asesinado por
Waqid, significaba “amarate’l-harb” (ha nacido la guerra), al- Hadrami
significaba “hadrati’l-harb” (la guerra está presente) y Waqid significaba
“wugadati’l-harb” (se ha encendido la llama de la guerra)». Pero Dios hizo que
esto se volviera en su contra. En pleno debate, Dios habló con su apóstol: Te
preguntarán por la guerra en el mes sagrado. Di que la guerra en ese mes es un
asunto grave, pero alejar a la gente del camino a Dios y no creer en él y en la
mezquita sagrada, expulsar a su gente es mucho más grave para Dios. Es decir,
si tú has matado en el mes sagrado, ellos te han alejado del camino de Dios con
su falta de fe y te han impedido ir a la mezquita, expulsándote de ella cuando
eras parte de su pueblo. Esto es más grave a ojos de Dios que los asesinatos
cometidos. La seducción es peor que matar; ellos seducían a los musulmanes
hacia su religión hasta que les llevaron a la falta de fe después de haber sido
creyentes, esto es mucho peor para Dios que matar. Además, ellos no cesarán en
su lucha hasta que reniegues de tu religión. Es decir, sus actos son más
despreciables y encima los cometen con porfía. Cuando el Corán trató esto, Dios
alivió la ansiedad que sentían los musulmanes por este tema y el apóstol tomó
posesión de la caravana y los prisioneros. Los Quraish enviaron emisarios para rescatar
a Uthman y a al-Hakam y el apóstol dijo: «No les liberaremos hasta que no
regresen nuestros compañeros, Sa’d y Utba, pues tememos por su vida. Si les
matáis, mataremos a vuestros dos amigos». Así pues, cuando Sa’d y Utba
regresaron, el apóstol permitió el rescate de los prisioneros. Por su parte,
al-Hakam se convirtió en un buen musulmán y permaneció con el apóstol hasta su
muerte como mártir en Bi’rMa’una. Uthman volvió a La Meca y murió allí como un
no creyente. Cuando Abdullah y sus compañeros se recuperaron de la ansiedad
gracias a las palabras del Corán, se interesaron por la recompensa y
preguntaron: «¿Podemos esperar que este ataque cuente como un saqueo del que
recibiremos la recompensa propia de los combatientes?». Así respondió Dios:
«Aquellos que creen y que han emigrado y luchado de acuerdo con las enseñanzas
de Dios, pueden esperar su misericordia, puesto que Dios es compasivo y
clemente». De este modo, Dios les concedió la mayor de las esperanzas. Esta
tradición proviene de al-Zuhri y Yazid bin Ruman de Urwa b al-Zubayr. Uno de
los miembros de la familia de Abdullah mencionó que Dios dividió el botín
cuando concedió su permiso y le dio cuatro quintas partes a aquellos que habían
recibido el permiso y una quinta parte se reservó para Dios y su apóstol. Así
se sentaron las bases de lo que había hecho Abdullah con el botín de la
caravana.
Cuando los Quraish lanzaron la acusación de que: «Mahoma y sus
acompañantes habían violado el mes sagrado, derramando sangre, robando el botín
y capturando prisioneros», Abu Bakr dijo sobre el saqueo de Abdullah (si bien
otros afirman que fue Abdullah el que lo dijo):
Te parece grave atacar en el mes sagrado, pero más grave es, si lo
juzgas de forma correcta, tu
oposición a las enseñanzas de Mahoma y tu falta de fe en las mismas, que
Dios ve y conoce. Alejas al pueblo de Dios de su mezquita para que nadie pueda
venerarle ahí. Aunque nos insultas por matar, más peligroso es para el islam el
pecador que siente envidia. Nuestras lanzas bebieron la sangre de Ibn
al-Hadrami. En Nakhla cuando Waqid encendió la llama de la guerra, Uthhman Ibn
Abdullah estaba con nosotros, le sujetaba una mano con un guante de cuero del
que caía sangre.
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