La libertad de
expresión es un principio fundamental en las sociedades libres de todo el
mundo. No es una coincidencia que las naciones que han defendido históricamente
este derecho sean países como Reino Unido, Estados Unidos, la mayoría de Europa
Occidental, Canadá, Australia, etc. Entre los países que restringen este
derecho encontramos a Burma, Corea del Norte, China, Ruia y todos los países
islámicos incluyendo a Irán, Irak, Somalia, Pakistán, etc.
Las naciones
occidentales han protegido la libertad de expresión desde antes de que la
mayoría de nosotros naciéramos. Muchos, si es que no todos, pensamos que
siempre lo harán. Está claro que la gente no ha prestado atención. Le
recomiendo que se siente, a partir de aquí la cosa empieza a dar miedo.
La Organización para la
Cooperación Islámica (OIC) está compuesta por 57 naciones principalmente
islámicas. Este es el mayor bloque con derecho a voto en las Naciones Unidas y
durante años ha trabajado para convencer a los miembros de la ONU a que
prohíban las críticas a las religiones (en especial el islam). No hace mucho,
estos esfuerzos han dado fruto.
Cuando era un niño, la
gente sabía que no podías llamar a la policía solo porque alguien te había
ofendido. De hecho, tomarse demasiado en serio los insultos se consideraba
infantil.
Sin embargo, en los
últimos años, una combinación del multiculturalismo y la necesidad de ser
políticamente correcto ha erosionado sin descanso esta libertad. Hoy, la gente
que se expresa en contra del islam suele acabar en juicio, peleando por su
libertad o hasta en la cárcel.
En Dinamarca Lars
Hedegaard, el presidente de la Sociedad Danesa para la Libertad de Prensa, se
vio obligado a apelar una sentencia condenatoria por un delito de «discurso de
odio».
Estos son algunos
extractos de un artículo que se publicó en el Gatestone Institute[1] (que he seleccionado):
Nota del editor: El 13 de abril [2012], Lars Hedegaard, presidente de la
Sociedad Danesa para la Libertad de Prensa, presentó una apelación al tribunal
supremo de Dinamarca para anular la sentencia del Tribunal Superior de
Dinamarca del 3 de mayo de 2011, tras dos años en los tribunales inferiores,
por los cargos de unos supuestos delitos de odio y discurso de odio. De acuerdo
con el artículo 266(b) de la legislación danesa, es irrelevante si lo que uno
dice es verdad; las pruebas que confirman la verdad no son admisibles. Lo único
que importa es si alguien ha dicho algo en público que pueda ocasionar que otra
persona se «sienta ofendida» o si el fiscal considera que está justificada la
sensación de «ofensa». Después de que el señor Hedegaard hablase en privado
sobre el modo en el que los musulmanes tratan a la mujer se distribuyó una
grabación con sus comentarios, al parecer sin informarle ni solicitar su
consentimiento previo. La veracidad de lo que dijo no se pone en tela de
juicio. Se espera que el veredicto se haga público esta semana.
Esta es una transcripción editada de la defensa en el juicio:
Si nuestra libertad occidental aún significa algo, debemos insistir en
que cada adulto es responsable de sus creencias, opiniones, cultura, hábitos y
acciones.
Disfrutamos de libertad política y religiosa. Esto supone un derecho en
gran medida sin límite para hablar sobre nuestras inclinaciones políticas y
creencias religiosas. Así debe ser. Pero el precio a pagar por esta libertad es
asumir que otros tienen el derecho a criticar nuestra política, religión y
cultura.
Los portavoces del islam tienen la libertad para defender su concepto de
sociedad, que conlleva la introducción de una teocracia gobernada por leyes
dadas por Dios, como por ejemplo la Sharía, la abolición de las leyes hechas
por los hombres y en consecuencia, de la libertad de expresión y la democracia.
Son libres de pensar que la mujer es inferior al hombre en lo que respecta a
derechos y la búsqueda de la felicidad. Incluso tienen la capacidad de difundir
estas opiniones.
No recuerdo ni una sola ocasión en este país en la que se haya llevado a
juicio a un portavoz del islam por decir que la Ley Sharía se convertirá en la
legislación vigente en el país en cuanto la realidad demográfica y política lo
permita. A pesar del hecho de que tenemos numerosos ejemplos de imanes que han
declarado abiertamente que la imposición de la teocracia es una obligación
religiosa que atañe a todos los creyentes.
A cambio, estos teócratas y defensores de la Ley Sharía deben aceptar el
derecho de los que creen en la democracia, las instituciones libres y la
igualdad entre personas, a criticar el islam y a oponerse a la difusión de las
normas culturales atávicas que practican algunos musulmanes.
Lo que he intentado hacer es ejercer, en la medida de mi capacidad, este
derecho, casi diría hasta deber, de describir, criticar y oponerme a una
ideología totalitaria. Mi discurso y mis escritos no han tenido otro propósito
que el de alertar a los ciudadanos del peligro inherente al concepto islámico
de estado y ley.
No he ocultado el hecho de que considero esta lucha por nuestras
libertades la batalla política más importante de nuestra era. No sería capaz de
vivir sintiéndome culpable si, por miedo a la condena pública y al ridículo,
decidiera no decir la verdad tal y como la percibo. Independientemente de la
resolución de este juicio, mi intención es continuar con la lucha por la
libertad de expresión y contra los conceptos totalitarios de cualquier índole.
Mientras tanto, no muy
lejos de allí en un país muy tolerante llamado Holanda, Geert Wilders del
Partido por la Libertad (en la actualidad uno de los partidos políticos más
populares del país) fue a juicio por insultar al islam. El caso se admitió a
trámite a pesar de la negativa de la fiscalía (sin duda, la primera vez que
esto sucedía en la historia del derecho occidental). A continuación, incluyo
algunos de los puntos destacados de la defensa de Geert (fue expulsado de Reino
Unido antes de que pudiera hablar allí, por representar una «amenaza para la
armonía de la comunidad»).
Señor presidente, miembros del tribunal, me encuentro aquí por lo que he
dicho. Estoy aquí por haber hablado. He hablado, hablo y seguiré haciéndolo.
Muchos han guardado silencio pero no Pim Fortuyn, ni Theo Van Gogh, (ambos
asesinados en Holanda por criticar al islam) ni yo tampoco.
Me veo obligado a hablar porque los Países Bajos se encuentran
amenazados por el islam. Tal y como he defendido en varias ocasiones, el islam
es principalmente una ideología; una ideología de odio, destrucción y
conquista. Estoy claramente convencido de que el islam representa una amenaza
para los valores occidentales, la libertad de expresión, la igualdad entre
hombres y mujeres, heterosexuales y homosexuales, creyentes y no creyentes.
Podemos ver en todo el mundo que la libertad huye del islam.
Día a día, somos testigos de la reducción de nuestras libertades. El
islam se opone a la libertad.
Conocidos académicos de todas partes están de acuerdo en esto. Los
expertos que lo han presenciado lo confirman. Hay más académicos islámicos que
el tribunal no ha permitido que sean citados en calidad de testigos. Todos
coinciden en lo que he declarado, demuestran que digo la verdad. Lo que se
juzga hoy es esa verdad. Debemos vivir con la verdad, dijeron los disidentes
del comunismo, porque la verdad nos hará libres. La verdad y la libertad están
conectadas de modo inextricable. Debemos decir la verdad porque de lo contrario
perderemos nuestra libertad. Es por este motivo que he hablado, hablo y seguiré
haciéndolo. Las declaraciones por las que se me ha llevado a juicio las hice en
calidad de político que participa en el debate público en nuestra sociedad Mis
declaraciones no iban dirigidas a personas concretas, sino al islam y al
proceso de islamización. Por esta razón, el fiscal ha concluido que debería ser
absuelto. Señor presidente, miembros del tribunal, actúo de acuerdo con una
larga tradición que deseo seguir honrando. Pongo en riesgo mi vida en defensa
de la libertad de los Países Bajos. De todos nuestros logros, la libertad es el
más preciado y el más vulnerable. No es mi intención traicionar a mi país. Un
político está al servicio de la verdad y por tanto defiende la libertad de las
provincias y del pueblo holandés. Deseo ser honesto y actuar con honradez y por
eso quiero proteger a la tierra en la que nací contra el islam. El silencio es
traición. Por esto he hablado, hablo y seguiré haciéndolo. Pago a diario el
precio de la libertad y la verdad. Me protegen día y noche de los que quieren
matarme.
No me quejo, yo he decidido hablar. Sin embargo, hoy no se juzga en este
tribunal a aquellos que nos amenazan a los que criticamos al islam. Me han
llevado a juicio y no me quejo. Creo que es un juicio político. Me comparan con
los asesinos hutus en Ruanda y con Mladic. Hace apenas unos minutos se ha
puesto en duda mi salud mental. Me han llamado el nuevo Hitler. Me pregunto si
se denunciará a aquellos que me han difamado y si dichas denuncias serán
admitidas a trámite. Seguramente no y no pasa nada, pues la libertad de
expresión también se aplica a mis opositores. Absuélvanme, porque si la
resolución es condenatoria, estarán condenando a la libertad de opinión y expresión
de millones de holandeses. Absuélvanme. No incito al odio, ni a la
discriminación. Defiendo el carácter, la identidad, la cultura y la libertad de
los Países Bajos. Esa es la verdad. Es por ese motivo que estoy aquí. Es por
eso por lo que, como Lutero al comparecer ante la Dieta Imperial en Worms,
digo: «No puedo hacer otra cosa, esta es mi postura». Por eso he hablado, hablo
y seguiré haciéndolo. Señor presidente, miembros del tribunal, aunque estoy
aquí solo, mi voz es la de muchos.[2]
Hay que tener en cuenta
que en estos dos casos, se trata de personas que los medios de comunicación
suelen calificar como «incitadores al odio», peligrosos extremistas de derecha
o nazis, aunque los dos están pidiendo la protección de la libertad de
expresión para los musulmanes (aunque algunos musulmanes están intentando
matarles).
En Austria las cosas no
son mucho mejores para Elisabeth Sabaditsch-Wolff, ama de casa y activista de
una campaña contra la yihad, que dirige un seminario privado para explicarle a
la gente qué es el islam. Un grupo de izquierdas inscribió a un observador en
el seminario y envió una grabación a la oficina del fiscal.
De acuerdo con el fallo del juez, Sabaditsch-Wolff habría cometido un
delito al decir en sus seminarios sobre el islam que el profeta islámico Mahoma
era un pedófilo (las palabras literales de Sabaditsch-Wolff fueron: «a Mahoma
le gustaban las niñas»).
El juez consideró que las relaciones sexuales entre Mahoma y Aisha
cuando tenía nueve años no podían considerarse pedofilia porque Mahoma siguió
casado con ella hasta su muerte. Según esto, Mahoma no solo deseaba a menores
de edad, también le gustaban las mujeres adultas porque Aisha tenía dieciocho
años cuando Mahoma murió.
El juez sentenció a Sabaditsch-Wolff a pagar una multa de 480 € (625 $)
o a 60 días de cárcel. Además, tenía que pagar las costas del juicio. Aunque
pueda parecer una cantidad poco importante, dado que la multa se pagó en cuotas
de 4€ durante 120 días porque Sabaditsch-Wolff es un ama de casa sin ingresos,
la multa podría haber sido muy superior si hubiera tenido ingresos.
En Australia, dos
pastores cristianos, Daniel Scott y Danny Nalia fueron condenados de acuerdo a
la legislación del estado de Victoria por insultos al islam. El Tribunal
Supremo de Victoria respaldó la sentencia a pesar de que aceptó que nada de lo
que habían dicho era mentira. Por suerte pudieron llevar el caso al Tribunal
Supremo de la Commonwealth en Australia, cuyo fallo indicaba que decir la
verdad no era ilegal y que el juez de Victoria había cometido más de 100
errores en la sentencia original. Aunque quedaron absueltos, sufrieron cinco
años de pesadilla jurídica con un coste considerable para limpiar sus nombres.
Estos son algunos de
los puntos a destacar de estas sentencias:
1) Pueden condenarte por expresar una
opinión o constatar un hecho.
2) La veracidad o falsedad de estas
declaraciones no parece ser relevante.
3) Las sentencias dependen de si
alguien se «siente ofendido o no».
4) El gobierno decide quién tiene
derecho a ofenderse.
5) Hasta ahora solo los musulmanes
disfrutan de ese derecho.
6) Las denuncias se admiten a trámite
incluso cuando el fiscal no está de acuerdo.
Todos estos puntos
violan los principios jurídicos en los que se basa nuestra sociedad y, aun así,
jueces supuestamente bien preparados e independientes no tienen reparos al
pronunciar sentencias condenatorias sin la más mínima vergüenza.
Otro de los pilares de
nuestro régimen jurídico que los jueces parecen no comprender del todo es el
imperio de la ley. Lo que distingue a una sociedad libre es que todos somos
iguales ante la ley. Si un radar de carretera capta el coche del primer
ministro, este tendrá que pagar la misma multa que un barrendero. Esta idea fue
la que supuso el cambio de una era de reyes y déspotas, aquellos que legislaban
en su propio beneficio, a las sociedades democráticas que valoran la libertad
de todos. Si el sistema jurídico tuviese en cuenta esta tradición, lo lógico
sería que los musulmanes que insultan las religiones e ideas de otros se
enfrentasen a las mismas consecuencias legales.
(En la foto se ve la chaqueta autoreflectante del policía en el fondo a
la izquierda)
En estas dos fotografías se ve a
agentes de la policía británica presentes en una manifestación que tuvo lugar
en Londres por las caricaturas danesas. Al parecer no eran conscientes de que
incitar a la gente a cometer un genocidio es ilegal en Inglaterra desde hace
algunos siglos, incluso si eres musulmán.
Muchos de estos principios legales
se originaron en Inglaterra hace siglos y han sido la base de la defensa del
pueblo contra la tiranía en sociedades justas y equitativas en todo el mundo. Desafortunadamente, el Reino Unido ahora lidera
el movimiento que abandona a toda velocidad estos principios para adecuarse a
los inmigrantes que huyen de la tiranía de sus propias sociedades.
En 2011, Emma West, una inglesa
madre de dos hijos, soltó un discurso insultante y claramente racista (que
puede considerarse delito contra el orden público) en un tranvía en Inglaterra
lleno de personas de distintas razas, asegurando que la llegada masiva de
inmigrantes negros y polacos había echado a perder su país y que deberían
regresar a su casa [4]. El suceso se grabó con un teléfono
móvil y el vídeo se convirtió en viral cuando se subió a YouTube. La mujer fue
arrestada de inmediato, se ordenó su detención y se le retiró la custodia de
los niños. Tras unas semanas, el gobierno finalmente decidió que no es ilegal
criticar las políticas de inmigración en público. Aun así, no la soltaron y
decidieron que siguiera privada de libertad por su «propia seguridad».
Esta es una infracción directa del
Artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos que especifica
que:
«Toda persona tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión;
este derecho incluye no ser molestada a causa de sus opiniones, poder
investigar y recibir informaciones y opiniones, y poder difundirlas, sin
limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión».
Aunque hay muchos que opinan que se
debería detener a aquellos que expresan opiniones racistas, otro juez británico
no estuvo de acuerdo. Cuatro chicas de Somalia se presentaron ante este juez
porque una cámara de seguridad las grabó mientras atacaban a una chica inglesa.
El vídeo del ataque, en el que al parecer no medió provocación alguna y que
duró varios minutos, muestra claramente a las cuatro chicas golpeando y
pateando con crueldad a la otra chica hasta que cae al suelo (donde siguen las
patadas) al grito de «¡Perra blanca!» (puta)[5].
Las chicas no fueron condenadas
porque la defensa argumentó que al ser musulmanas no estaban acostumbradas a
los efectos del alcohol. A diferencia del caso de Emma West, que tuvo lugar el
mismo año, aquí no se mencionó el «agravante por odio racista». Tras la
sentencia, una de las acusadas tuiteó encantada: «¡Feliz, feliz, feliz! Esta noche salgo de fiesta».
No existirá nunca un sistema
jurídico perfecto. Sin embargo, en estas dos sentencias se ven diferencias en
el trato recibido que son demasiado radicales como para que podamos explicarlas
como meras preferencias personales de cada uno de los jueces. Si bien han
podido entrar en juego otros factores, los hechos están ahí. Una mujer fue
encarcelada por expresar una opinión. Sin tener en cuenta que dicha opinión era
de muy mal gusto, parece poco probable que pudiera representar una amenaza para
el resto de las personas que la rodeaban. De hecho, ninguno de los viajeros
presentaron una denuncia.
Por otra parte, las cuatro chicas
musulmanas no solo suponían una amenaza de violencia, sino que en su caso
cumplieron la amenaza hasta el límite de sus fuerzas, aparentemente sin
provocación alguna. Dado que los dos incidentes se grabaron en vídeo (y le
animo a consultar los enlaces que incluyo) podemos ver lo que sucedió tal y
como lo hicieron los jueces.
Un par de años antes de esto, una
cadena de televisión británica emitió un documental sobre extremistas
islamistas en una mezquita en Birmingham[6]. No se trataba de cualquier
mezquita de un callejón, era una de las principales del Reino Unido. Uno de los
periodistas del documental Acudió a dicha mezquita con frecuencia durante unos
meses y grabó en secreto lo que sucedía dentro. Tras un tiempo, se ganó la
confianza de los imanes y empezaron a llevarle a reuniones secretas. En estas
reuniones, los predicadores hablaban del odio a los kuffar, los judíos, los
británicos y Occidente en general. También eran partidarios de derrocar al
gobierno británico. Este era un delito grave hasta hace unos pocos años, pero
todo apunta a que ya no es ilegal en Reino Unido. Algunos de estos sermones los
daban en persona, otros se emitían en directo por vídeo desde Arabia Saudí.
Como es de esperar, la policía se
puso en marcha en el momento. Lo que quizás resulte sorprendente es que no se
acusó de nada a la mezquita pero si se denunció al Channel 4 por un delito de
discurso de odio. La policía aseguró de forma extraña que la cadena de
televisión Channel 4 había editado las grabaciones de los sermones para que
parecieran más extremistas. Esta afirmación fue descartada después por un
tribunal, por lo que es imposible no preguntarse de dónde sacaron esa idea.
Es difícil saber si estos incidentes
son hechos aislados o síntomas de una sociedad que se rinde ante el peso de su
creciente condición dhimmi. Lo que me preocupa es que incluso debatir sobre
estos temas se considera un acto de maldad racista e islamófoba.
[2] 24 de junio, 2011.
The Australian:
http://www.theaustralian.com.au/news/world/wilders-acquitted-in-hate-trial/story-e6frg6so-1226081233590
[3]http://www.gatestoneinstitute.org/2702/saba
ditsch-wolff-appeal
[5]http://www.dailymail.co.uk/news/article-2070562/Muslim-girl-gang-kicked-Rhea-Page-head-yelling-kill-white-slag-FREED.html
[6]http://topdocumentaryfilms.com/dispatches-undercover-mosque
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