Saturday 8 August 2015

21 La muerte de una poetisa



I996 Había una poetisa que escribió un poema contra el islam. Mahoma dijo: «¿Quién se deshará por mí de la hija de Marwan?». Uno de sus seguidores le escuchó y esa misma noche fue a la casa de la mujer a matarla.
M239 El asesino, un hombre ciego, fue capaz de cumplir su cometido en la oscuridad mientras la mujer dormía. Su bebé descansaba sobre su pecho y el resto de sus hijos dormían en la habitación. El sigiloso asesino retiró al niño y hundió su cuchillo en la mujer con tal fuerza que la clavó a la cama.
I996 A la mañana siguiente fue a ver a Mahoma y se lo contó. Mahoma dijo: «Has ayudado a Alá y a su apóstol». Cuando le preguntó por las consecuencias, Mahoma respondió: «Ni dos cabras se lamentarán por ella».
M239 Mahoma se dirigió a la gente en la mezquita y dijo: «Si queréis ver a un hombres que ha ayudado a Alá y a su profeta, mirad aquí». Umays lloró. «¿Umayr el ciego?» Mahoma respondió: «No, llamadle Umayr el que ve».
I996 La madre, tenía cinco hijos y el asesino fue a ver a los hijos y dijo: «He matado a Bint Marwan (la hija de Marwan), hijos suyos, soportar mi presencia si podéis, no me hagáis esperar». Ese día el islam se volvió poderoso y muchos se convirtieron en musulmanes cuando vieron ese poder.

Comentarios del autor:
La hija de Marwan estaba enfadada porque algunos de los jefes de su tribu habían sido asesinados. Los asesinatos los habían cometido musulmanes con la aprobación de Mahoma. Su tribu no estaba preparada para luchar contra Mahoma para vengarse por lo que ella compuso un poema para criticarle. En el desierto, donde apenas había material para escribir, un poema era como un artículo en un periódico, que se recitaría y pasaría de boca en boca, por lo que Mahoma no tardó en escucharlo.
Mahoma sabía que esa mujer no representaba ninguna amenaza. Su tribu ya había dejado muy claro que no iban a atacar a los musulmanes, pero eso no era suficiente para él. Como cualquier otro agresor y tirano, Mahoma sabía que la clave para tener el control absoluto de un grupo es acabar con la libertad de expresión.
Cuando la gente tiene miedo a criticar al opresor, toda la dinámica de grupo cambia. El silencio se Convierte en un tipo de aprobación tácita y nadie sabe quién le apoya y quién se opone. Plantear un desafío en esta situación resulta casi imposible porque las personas tienden a quedarse aisladas de los que piensan del mismo modo y los que sí se expresan públicamente son fáciles de eliminar. A medida que el proceso se intensifica, el miedo aumenta al igual que el poder de la tiranía sobre la sociedad. Este proceso se suele llamar «la consolidación del poder».
Una sociedad en la que se protege la libertad de expresión es justo lo radicalmente opuesto a esta situación porque:

La tiranía y la libertad de expresión no pueden coexistir en una sociedad.

Para defender esta libertad, no basta con proteger la mayoría de los discursos, la protección debe extenderse a todos. Una vez que las clases dirigentes disponen del derecho a silenciar aquellas opiniones que les resultan poco agradables, acaban de forma invariable por restringir la oposición. Cuando esto ocurre, se pierde la libertad para siempre.
Existen, por supuesto, algunas excepciones bien entendidas a este principio. Gritar que hay un incendio en un teatro lleno de gente, incitar a los demás a la violencia o dañar la reputación de alguien con mentiras son ejemplos de modos de expresión que no están protegidos. Insultar, ridiculizar, molestar o humillar a las personas (o sus ideas) sí está protegido en una sociedad libre.
Es importante comprender que la libertad de expresión no es el derecho a decirle a la gente lo que desean escuchar. Esta libertad es el derecho de decirles lo que no quieren oír. Nadie en Irak durante la época de Sadam Hussein acabó en la cárcel por decir lo genial que era Sadam y eso que los iraquíes no gozaban del derecho de la libertad de expresión. Esa es la cuestión, que no se trata de la capacidad de decir «la mayoría» de las cosas, es poder decirlo absolutamente todo (sin contar con las excepciones antes mencionadas) sin miedo a represalias.
El «problema» de la libertad de expresión es que la gente suele decir cosas que no gustan. Algunos dicen que el Holocausto nunca sucedió o que se debería legalizar la esclavitud. Por desgracia, si queremos tener libertad de expresión, tenemos que aceptar que esto es lo que conlleva.
Voltaire se dio cuenta de este detalle y dijo: «No estoy de acuerdo con lo que usted dice pero defenderé hasta la muerte su derecho a decirlo».
Independientemente de las ganas que tengamos de detener a la gente que niega la existencia del Holocausto o que defiende a los pederastas, no podemos hacerlo sin acabar con la libertad de expresión.
Lo que debemos ver es que si no nos gusta una idea, tenemos el derecho a rebatirla. Si dicha idea es realmente mala, debatir en su contra será una tarea sencilla.
Parece difícil defender como argumento razonado que el islam es una religión pacífica y honrada.
Mahoma, como los tiranos en todas partes, comprendió que el único modo de ganar este debate era a través de la violencia, las amenazas y la intimidación.
Por eso, esta es la táctica final de la yihad:

Reglas de la yihad:
1)      Nunca jamás permitas las críticas a Mahoma, Alá o el islam, acaba con la libertad de expresión.

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