Saturday 8 August 2015

2 La fundación del islam



Cuando tenía aproximadamente cuarenta años, Mahoma se marchaba a hacer retiros espirituales que duraban meses y en los que rezaba y llevaba a cabo prácticas religiosas de los Quraish. Empezó a tener visiones en las que el ángel Gabriel le visitaba. Aseguraba que Gabriel le mostraba las Escrituras y le decía que tenía que recitarlas para así enseñárselas a sus seguidores. Esto luego lo escribieron dichos seguidores y se convirtió en los que hoy conocemos con el nombre del Corán. Su mujer Jadiya le apoyó y fue la primera persona en convertirse a la nueva religión del islam, que en árabe significa «sumisión». Pronto, el hijo adoptado de Mahoma y otros miembros de la familia siguieron el ejemplo de Jadiya. Con el tiempo también se unieron personas que no pertenecían a la familia. A medida que Mahoma tenía más seguidores, fue ganando en seguridad y no transcurrió mucho antes de que empezase a predicar sobre su nueva religión de forma bastante desenvuelta.
Al inicio esto no supuso ningún problema. Los Quraish eran muy tolerantes con las distintas religiones, puesto que de este modo ganaban dinero. Para ellos, cuantas más religiones más dinero. Por lo tanto, era algo bueno si la nueva religión de Mahoma atraía a más gente al culto.
Sin embargo, pronto las cosas empezarían a torcerse, cuando el tono de las enseñanzas de Mahoma dejó de ser tan tolerante. Mahoma enseñaba que su religión era la correcta, lo que estaba bien, pero decía que el resto de religiones eran falsas, lo que era problemático. Se burlaba de las otras religiones y ridiculizaba a sus dioses. Lo que era aún peor para los Quraish era el hecho de que Mahoma asegurase que dado que sus antepasados no eran musulmanes, estos ardían en el infierno. Esta idea era intolerable para los Quraish, que consideraban que los antepasados eran sagrados. Le pidieron que parase y volviese a promover su religión sin dañar la suya.
Cuando se negó, los Quraish quisieron matarle. Por desgracia para ellos, Mahoma aún contaba con la protección de su poderoso tío, Abu Talib. Los Quraish intentaron convencer al tío para que entregase a Mahoma para que así pudieran matarle, pero él se negó de forma tajante.
Estaba claro que Mahoma era un orador carismático, que cada vez tenía más seguidores y esto incrementó las divisiones dentro de la comunidad. Había peleas y constantes disputas. La Meca era una ciudad pequeña y todos se conocían.
Lo que una vez había sido una comunidad pacífica y productiva, ahora se encontraba muy dividida entre los Quraish y los nuevos conversos que se llamaban musulmanes (que significa «aquel que se somete»).
Algunos de los musulmanes menos poderosos y, sobre todo, los esclavos que se habían convertido sufrieron a manos de los Quraish; sin embargo, el tío de Mahoma fue capaz de evitar que les ocasionaran daños graves. Algunos de los ciudadanos de La Meca que se habían convertido eran parte de los miembros más fuertes y poderosos de la comunidad y cada vez fue más complicado para los Quraish resolver el problema que planteaba Mahoma. Aunque les había llamado estúpidos, había insultado a sus dioses y asegurado que sus antepasados ardían en el infierno, fueron incapaces de detenerle.
Los Quraish intentaron razonar e incluso llegar a un acuerdo con Mahoma. Le ofrecieron dinero y el liderazgo de la tribu si dejaba de predicar. Mahoma se negó, insistiendo en que era el único mensajero de Alá y no tenía elección.

Comentarios del autor:
Antes de que me adentre más en el islam, quiero hacer una breve revisión del cristianismo. Nos guste o no, si uno se ha criado en un país occidental, su ética y el concepto del bien y del mal están basados en las enseñanzas del cristianismo; lo mismo sucede con las leyes creadas por nuestra sociedad. Las personas que han crecido en distintas culturas pueden tener una definición diferente de lo que está bien y lo que está mal. Por ejemplo, lo que un vikingo habría considerado correcto, hoy en día probablemente sería visto como antisocial en Dinamarca.
El islam tiene un sistema moral. Para explicar los principios morales a veces los compararé con los cristianos, no porque esté promoviendo el cristianismo, simplemente porque la mayoría de occidentales (entre los que me incluyo) los comprendemos mejor que si hago referencia al hinduismo o al budismo.
La base de la ética cristiana (y judía) se encuentra en los diez mandamientos, que seguramente conoce: no robar, engañar, mentir, matar, desear lo que es de otro, etc. Estos mandamientos culminan con la regla de oro:

«Trata a los demás como querrías que te trataran a ti».

De la regla de oro provienen el resto de principios como la libertad de expresión, el imperio de la ley, la igualdad, la tolerancia, etc. que sirven de fundamento de las leyes y costumbres de la mayoría de los países occidentales. Al crecer en una sociedad basada en esta regla de oro, tendemos a creer que es una regla universal y ni por asomo nos parece una idea radical. Sin embargo, deberíamos tener en cuenta que el hombre que popularizó esta regla hace 2000 años acabó clavado a un árbol por ello.
A pesar de esto, la idea se extendió y continuó ganando adeptos. Cuando Mahoma nació, el cristianismo era la religión dominante en la mayor parte de Oriente Próximo, el norte de África y Europa.
No obstante, la regla de oro y los diez mandamientos NO SON la base de cualquier religión y sociedad. Como pronto verá, está claro que tampoco son la base del islam.
La dificultad a la hora de explicar el islam es que, en cierto modo, es como un puzle gigante.
Podría mostrar solo una pieza del mismo y decir, por poner un ejemplo, que es la nariz de un tigre. Incluso si no se parece a la nariz de un tigre, hasta que no la coloquemos con el resto de piezas no veremos cuál es en realidad. Algunas de las cosas que escribo pueden resultar extrañas, quizás hasta ridículas, a alguien que se ha criado en un país occidental, con unos principios morales basados en el cristianismo, pero siga adelante. Con un poco de suerte, cuando termine el libro será capaz de ver cada una de las piezas dentro del contexto general.

 

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