Saturday 8 August 2015

18 Más sobre los dhimmis




La institución del estado dhimmai es un invento único del islam, que creó una clase especial de ciudadanos. Esta gente podía vivir como sirvientes, como pueblo conquistado en sus propias tierras ahora bajo dominación islámica. Esta situación se dio en todo el mundo islámico, hasta que fue conquistado por las naciones occidentales (cristianas). Por desgracia, el estado de dhimmai no es una mera institución, es la forma de pensar sumisa que adoptan las víctimas tras sufrir acoso e intimidaciones en todo momento. Los agresores que tienen éxito comprenden de manera instintiva la importancia de imponer esta predisposición mental en sus víctimas para hacerse con el control total con el mínimo esfuerzo.
Muchos de nosotros hemos sido testigos de la tragedia de las mujeres que han sido víctimas de abuso físico y psicológico por parte de sus maridos durante años. Ellas suelen defender las acciones del agresor y se culpan del abuso («Si tan solo no hubiera servido la cena tan tarde, él nunca me había pegado»).
Los tiranos dominan este método de opresión, por este motivo derrocarlos es tan difícil.Mahoma se aseguró al convertir este método en su doctrina que no fuera posible que los dhimmis se rebelasen en los territorios conquistados por el islam. De hecho, ninguna sociedad conquistada por el islam ha sido capaz de liberarse sin ayuda exterior.

Permítame que repita esto:
De acuerdo con la historia, NINGUNA SOCIEDAD CONQUISTADA POR EL ISLAM HA SIDO CAPAZ DE LIBERARSE SIN AYUDA EXTERIOR.

M. Lal Goel (un hindú), profesor emérito de ciencias políticas escribe sobre la institución islámica del estado dhimmai[1]:
El dhimmai es un estado de miedo e inseguridad para los infieles que se ven obligados a aceptar una condición de humillación. Se caracteriza porque la víctima se pone de parte de los opresores, empleando la justificación de que la víctima es la que provoca el comportamiento aborrecible de los opresores. El dhimmi pierde la capacidad para rebelarse porque esta nace de un sentido de injusticia. Se odia a sí mismo para así poder ensalzar a sus opresores. Los dhimmis vivieron con hasta 20 prohibiciones. No podían construir nuevos lugares de culto, hacer sonar las campanas de la iglesia o salir en procesión, montar a caballo o en camello (sí podían ir en burro), casarse con una mujer musulmana, lleva ropa decorativa, tener un esclavo musulmán o testificar contra un musulmán en un tribunal.
Tras la Primera Guerra Mundial, cuando el Imperio otomano (turco) fue derrotado, se supone que se abolió la institución de los dhimmis. Por desgracia, este fenómeno sobrevivió como un estado de ánimo, que además aumenta casi a diario en todo el mundo, con personas que se someten espiritual y emocionalmente a la superioridad islámica.
Por ejemplo, en 2006, el papa dio la famosa conferencia de Ratisbona. En su discurso citó a un emperador bizantino que afirmó que el islam nunca había aportado nada al mundo más allá de la violencia. El papa no estaba de acuerdo con esta opinión, simplemente la usó como ejemplo para explicar un punto teológico en una discusión ya de por sí abstracta.
De inmediato, musulmanes en todo el mundo empezaron a protestar. En Inglaterra los manifestantes musulmanes acosaron a los que acudían a las iglesias y en otros países la situación fue bastante peor. Se incrementaron los ataques de musulmanes contra cristianos y en Somalia, una monja que trabajaba como cooperante (para los musulmanes) fue asesinada de un disparo por la espalda. ¿Cuál fue la reacción del papa? No podíamos esperar que dejase a un lado la diplomacia y declarase: «Os dije que el islam es violento». Aun así, podía haber optado por no hacer nada, ya que tradicionalmente el papa nunca se disculpa, pero, en lugar de eso, decidió actuar como un dhimmi y pedir perdón a los musulmanes.
Al disculparse, lanzó un mensaje al mundo confirmando que sus declaraciones habían sido la causa de la violencia, no los musulmanes enfurecidos que la habían perpetrado. Una vez que el papa pidió perdón, cesaron los disturbios. El islam había conseguido su objetivo: el papa había reconocido que había ofendido al islam y que había provocado la violencia que habían sufrido los cristianos, ya no volvería a hacerlo.
De este modo funciona la yihad, lentamente, paso a paso, jefes de estado, líderes de opinión, académicos, periodistas, organizaciones y, con el tiempo, hasta la población en general, se verán sometidos por intimidación (no olvidemos que islam en árabe significa «sumisión») y obligados a aceptar la responsabilidad por los ataques islámicos deliberados que reciban.
En breve, la gente recibirá el mensaje y cada ataque obtendrá la respuesta esperada: «¿Qué habremos hecho para causar esto? Debe ser culpa nuestra por invadir Irak o Afganistán, apoyar a Israel, las cruzadas, la discriminación, la islamofobia o porque somos los que hemos provocado la pobreza, etc.».
El islam jamás asume la responsabilidad, porque es una religión pacífica con tan solo unos pocos (¿millones?) de extremistas que no han entendido bien el mensaje.
Ahora imagine que es un comandante militar intentando hacerse con el control de una nación. Cada vez que ataca a su objetivo, las víctimas se culpan a sí mismas por la agresión, crean encuestas para averiguar quién es el culpable y, en lugar de atacarle, se dedican a ir contra su propio gobierno, las instituciones del país o cualquier otra figura inimaginable. Es imposible que pierda, solo tiene que limitarse a continuar con una serie implacable de ataques y culpar a la víctima todas las veces, hasta que sean ellos los que finalmente se rindan.
¿Entiende ahora el increíble poder de la yihad? No se puede destruir con armas nucleares, misiles inteligentes o aviones de bombardeo sigilosos. Da igual el número de misiles guiados por láser o los drones no tripulados que tenga, ni el excelente entrenamiento que haya proporcionado a su ejército. Todo esto no vale para nada si tiene miedo a la hora de reconocer quién es el enemigo. No se puede derrotar a la yihad con la fuerza, es demasiado poderosa; ni siquiera vale la pena molestarse en darle vueltas, porque el ejército no le salvará de la yihad.
Lo único que puede salvarnos de la yihad es la verdad y:

La verdad no existe sin valentía.


[1] www.uwf.edu/lgoel

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