Tras la batalla de las trincheras, Mahoma
envió asesinos a matar al líder rival en La Meca, Abu Sufyan.
Extracto de la Biografía de
Al-Tabari:[1]
T1438 Mahoma envió dos hombres a La Meca a matar a su rival, Abu Sufyan.
El plan era simple y el que les lideraba era de la ciudad, por lo que la conocía
bien. Partieron con un camello hacia el hogar de Abu Sufyan, donde un hombre
montaría guardia mientras el otro le apuñalaba. Sin embargo, el musulmán que
tenía que ayudar quería ir a orar a la Kaaba. El líder no estaba de acuerdo,
porque le iban a reconocer, pero el otro musulmán insistió. Así que fueron a la
Kaaba y, en efecto, reconocieron al líder. Los ciudadanos de La Meca dieron la
voz de alarma y los asesinos huyeron de la ciudad. Era imposible matar a Abu
Sufyan.
T1439 Los musulmanes corrieron hacia una cueva en las afueras de La
Meca. Colocaron rocas delante de la entrada y esperaron en silencio. Un hombre
de La Meca se acercó mientras cortaba hierba para su caballo. El líder musulmán
salió de la cueva y le mató de una puñalada en el estómago. El hombre gritó y
sus compañeros acudieron corriendo, pero estaban más preocupados por el amigo
que moría que por los asesinos y se marcharon con el cuerpo. Los musulmanes
esperaron un tiempo y luego se dieron a la fuga de nuevo.
T1440 Al volver a Medina, los musulmanes se encontraron con un pastor
tuerto. Resultó que eran del mismo clan. El pastor les dijo que no era musulmán
y que nunca lo sería. Mientras estaban sentados hablando, el pastor se tumbó y
se quedó dormido. El líder sacó el arco y clavó una flecha en el ojo que le
quedaba al pastor que atravesó su cerebro y la cabeza de lado a lado. Luego siguieron
su camino hacia Medina.
T1440 En el camino, el líder vio a dos hombres de La Meca que eran
enemigos del islam. Disparó una flecha a uno y capturó al otro, obligándole a
marchar a Medina. Cuando se presentaron ante Mahoma con el prisionero y le
contaron toda la historia, Mahoma se rio con tanta energía que mostró hasta las
muelas. Luego les bendijo.
Comentarios del autor:
Durante los primeros días como
profeta en La Meca, Mahoma no era un hombre violento.
Sus enseñanzas tenían que ver con la
religión y se limitaba a amenazar con la otra vida. Sin embargo, llegado a este
punto, su odio por aquellos que se negaban a creer en él solo puede
considerarse como algo inhumano. Los psiquiatras describen su personalidad como
narcisista. Exigía a los demás que le adorasen y mostraba un odio psicopático
por los que no le tenían en la consideración que requería. En el fondo, estos
son los valores en los que se basa el islam.
Los musulmanes creen que no hay más
dios que Alá y Mahoma es su último profeta. Se cree que Mahoma es el hombre
perfecto y el Corán dice a los
musulmanes en repetidas ocasiones que deben imitar su comportamiento. Como ya
sabemos, los musulmanes pueden elegir seguir el ejemplo del Mahoma de La Meca,
lo que hace la mayoría, o seguir el ejemplo de Medina, que es el que siguen los
Yihadistas. Dado que los versos anteriores son abrogados por los posteriores,
el Corán de Medina es mejor, pero
puesto que el Corán es perfecto, el
de La Meca también es válido.
Para una mente occidental esto
resulta confuso. De acuerdo con nuestra lógica, si dos cosas se contradicen, al
menos una de ellas debe estar equivocada. La lógica occidental se basa en la
verdad y solo una cosa puede ser cierta. Si seguimos la lógica islámica, la
«verdad» es aquello que ayuda al progreso del islam. Por lo tanto, dos cosas
pueden contradecirse la una a la otra y ser «verdaderas».
La confusión que esto provoca es
algo deliberado y el islam a menudo se aprovecha de esto. El aspecto más duro
(de Medina) se oculta tras el menos rígido (el de La Meca). Esta es una de las
razones por las que, en la actualidad, los musulmanes «moderados» pueden
quejarse de la yihad a los kuffar, pero nunca se enfrentarán a los yihadistas
directamente puesto que saben que el ejemplo de Medina es el mejor.
[1] El manuscrito «original» de la biografía de Ibn
Ishaq se perdió hace años. La Sira fue reconstruida a partir de las notas y
escritos de dos de sus estudiantes, Ibn Hashim y Al-Tabari. Por lo tanto, esta
«sección» es un extracto de La Sira.
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